29 LOS TEMPLOS DE ANGKOR

February 26

Nuestro conductor de tuc-tuc ya nos espera en la puerta mientras acabamos de desayunar. Son las ocho y media y hemos descartado levantarnos a las cinco para ir a ver el amanecer como recomienda la Lonely Planet. No queremos estar agotados ya a las once de la mañana. Además, está nublado, hecho que nos alegra ya que nos permitirá visitar los templos sin sudar como si hubiéramos corrido la maratón de Barcelona, así es como salían los turistas ayer por la tarde del Angkor Wat.

Los Templos de Angkor son un complejo de más de 1000 kilómetros cuadrados en medio de la jungla Camboyana a las orillas del río Angkor. Está formado por varios templos y construcciones del siglo IX, el mayor de ellos y también, el que está en mejor estado de conservación, es el Angkor Wat.

Hay dos circuitos, que son los más populares, para visitar los templos. Como tenemos la entrada de un día y no queremos correr, hemos optado por hacer el circuito corto. Son unos 17 kilómetros y recorre los templos de Angkor Wat, Angkor Thom (Bayon) y Ta Prohm además del resto de templos que se pueden encontrar en el camino. Después de atravesar el puente de piedra, llegamos al acceso principal. Una vez dentro, nos dirigimos una zona en la que encontramos un lago y tomamos las primeras instantáneas del día. Aprovechamos la presencia de un grupo de monjes budistas para pedirles un favor:

Nos perdemos en el interior del Angkor Wat, el templo más imponente de Angkor,  perfectamente reconocible en todo el mundo y que además forma parte de la bandera de Camboya. Sus dimensiones son colosales con muros exteriores de más de un kilómetro de largo. Aunque estuvimos ayer por la tarde, no hemos querido perder la oportunidad de visitarlo nuevamente. Hoy hay mucha más gente que ayer pero aún así, hemos sido capaces de perdernos dentro de él, sentarnos en alguno de sus rincones y leer un poco sobre esta maravilla.

Ponemos rumbo de nuevo hacia nuestro tuc-tuc y nos dirigimos hacia la fortaleza de Angkor Thom, un enorme recinto amurallado en el que encontramos el espectacular Bayon, famoso por las misteriosas caras sonrientes y por la película de Tomb Raider. Si el Angkor Wat nos ha sorprendido, éste nos ha dejado sin palabras. Continuamos dentro del Angkor Thom y llegamos a la Terraza de los Elefantes, plataforma que servía para hacer desfiles y otras ceremonias. Llevamos ya cinco horas, estamos cansados y tenemos hambre. Le decimos al conductor que nos lleve a comer algo. Llegamos a un restaurante repleto de turistas en del que, después de ver la carta y sus elevados precios, nos levantamos y le decimos al conductor que nos saque de allí. Llegamos a un bar en mitad del campo y negociamos hasta el cincuenta por ciento los precios de la carta.

Ahora sí nos vemos con fuerzas para visitar el espectacular Ta Prohm. Este templo se conserva en su estado natural, es decir, engullido por la selva. La naturaleza se ha fusionado con la estructura de piedra. Las raíces de los árboles se confunden con los muros del templo. El resultado es mágico. La visita a los templos de Angkor es increíble y todo el mundo debería ver esto alguna vez en la vida. Poder perderte en ellos y en sus pasadizos laberínticos, subir y bajar sus escalinatas de piedra y dejarte llevar por la magia que allí se respira,  es algo único.

Después de visitar el último templo y de camino nuevamente a Siem Reap, pasamos por un colegio y le pedimos a nuestro conductor de tuc-tuc que nos pare allí. Por su cara de asombro y desconcierto, no debe de estar muy acostumbrado a este tipo de paradas fuera del circuito turístico. Incluso creo que por un momento piensa que creemos que aquello es un templo  o que le vamos a hacer un “sinpa” e irnos sin pagar ya que salimos corriendo. Nos acercamos a la entrada y, para nuestra sorpresa, está abierto y podemos pasar sin problema alguno. Las puertas de las clases están abiertas y una profesora con una gran sonrisa en la cara nos invita a entrar.

Todos los niños nos saludan divertidos y curiosos mientras continúan con sus deberes. La profesora nos explica que estamos en una clase de primer grado, alumnos de unos seis o siete años y que normalmente en la clase son unos cuarenta alumnos aunque hoy no están todos porque algunos están enfermos. Nos acercamos a los niños y vemos de cerca en lo que están trabajando, caligrafía, cálculo…Tan sólo tienen una libreta, que algunos tienen que compartir y un lápiz medio gastado que a algunos les ha tenido que dejar la profesora porque, según nos explica, muchas de las familias son muy pobres y los niños vienen al colegio de manos vacías. Nos explica que es un colegio público y que hay dos turnos, el de mañana, de 7h a 11h y el de tarde, de 13h a 17h, posiblemente debido al gran número de alumnos. Cuando le cuento que yo también soy profesora, me dice que ser profesor en mi país debe de ser algo muy bueno. Aquí sólo cobran 80 $ al mes de los que destina gran parte al transporte. Un litro de gasolina en Camboya cuesta 1,2 $.

Una vez más, el hecho de tener la oportunidad de hablar con la gente del país y ver las condiciones en las que viven, nos hace valorar más lo que tenemos.