70 POTOSÍ Y SU CERRO RICO

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    Tengo que reconocer que la mediación no ha empezado del todo bien. Salto desde los asientos traseros al asiento del conductor para salir del Jeep y estoy tan nervioso que no sé que le digo ni cómo a uno de los bloqueadores, que lo primero que me dice es “no me grites”.¿De verdad estoy gritando? ¿Por qué no me vuelvo a subir al Jeep como si nada? Ya es tarde.

    Me tiemblan las piernas, no sé si por el frío, por la situación o por ambos a la vez. Mi discurso es claro. “Hola señores bloqueadores, nosotros somos 6 turistas que venimos a conocer su país y entendemos vuestras reivindicaciones así que si tenéis que apedrear el Jeep adelante pero primero nos bajamos todos y luego si eso nos vamos y tan amigos”. No parece convencerle. Quizás realmente no quieren apedrear el vehículo. ¿Era necesaria esta persecución? Si sólo querían hablar que lo hubieran dicho. Sin duda está siendo un tour lleno de emociones.

    Realmente la conversación no llega a ningún lugar porque nada de lo que está pasando tiene sentido así que después de varios minutos conseguimos que nos escolten hasta el punto de bloqueo. Una vez allí nos despedimos de los bloqueadores y de Don Teo que mucho me temo que tendrá que quedarse allí un buen rato. Caminamos campo a través hacia una luz, la de otro Jeep de la empresa que nos espera al otro lado del bloqueo para llevarnos al pueblo. Sin duda un regalo de cumpleaños inolvidable.

    Ahora tenemos que ver cómo salimos de este pueblo mañana. Hablamos con varias personas, los autocares siguen sin salir y las opciones son reducidas. Llamamos al hostel que tenemos reservado en la ciudad de Potosí, nuestro siguiente destino. Le preguntamos si conoce a alguien que pueda llegar hasta el punto de bloqueo a buscarnos, que nosotros ya haremos lo posible para llegar hasta allí caminando. Son unos 8 Km pero no queremos quedarnos aquí ni un día más. Por suerte tiene un amigo taxista que accede a venir a buscarnos. Así que por la mañana junto con nuestras amigas francesas ponemos rumbo a Potosí.

    Después de algo más de cuatro horas llegamos a la ciudad más alta del mundo. Se extiende a las faldas de una legendaria montaña llamada Cerro Rico, en la cual se situó la mina de plata más grande del mundo desde mediados del siglo XVI hasta el  XVII. Se dice que se podría haber construido una puente de plata desde Bolivia a España con toda la plata que robaron los españoles.

    Nos ponemos cómodos en nuestro nuevo hostel situado en la calle Linares. Se llama Eucaliptus y su imagen es un Koala, ¿Por qué? Pero si ya no estamos en Australia. Poco tardaremos en darnos cuenta de su significado y es que al igual que los Koalas se pasan el día mascando las hoja de eucalipto, gran parte de la población boliviana masca hoja de coca a todas horas.

    Unos de los principales motivos que nos ha traído hasta aquí son las famosas minas de plata de Cerro Rico. Y es que la mina es la principal actividad económica de este lugar. Se calcula que hay unos 15000 mineros trabajando en las más de 200 minas de Potosí.

    Por la mañana nos dirigimos a una de ellas. Nos vienen a recoger y primero nos llevan a una casa donde nos visten como auténticos mineros. ¿Turistada? ¿carnaval? Ya veremos.

    La siguiente parada es en el Mercado del Minero donde nos explican una serie de curiosidades y hábitos de los mineros como el uso de la dinamita y, lo más importante para ellos, el alcohol y la hoja de coca. Compramos unos cuantos obsequios para los mineros y nos dirigimos a la mina.

    A medida que vamos entrando en la mina, nos damos cuenta de que no se trata de ninguna turistada. Hoy es un día más en Cerro Rico. Nos tenemos que poner a un lado, dos mineros empujan un vagón con una tonelada de minerales. La única iluminación es la de las lámparas que llevamos en nuestros cascos. Seguimos caminando y por una escalera de madera bajamos por un estrecho y oscuro hueco unos 15 metros bajo tierra. Cada vez la sensación de claustrofobia y falta de aire es mayor.

    Hablamos con varios mineros, el primero tiene 18 años y lleva desde los 13 trabajando en la mina. Nos explica en qué consiste su trabajo y el número de horas que pasa dentro de la mina diariamente. Normalmente trabajan de lunes a viernes, unas 7 u 8 horas diarias, que puede parecer poco pero una vez que estás dentro de la mina, te das cuenta de que es como si el tiempo se relentizara, las horas pasan lentamente aquí dentro.

    A cada uno de los mineros que nos vamos encontrando por el camino le dejamos algún obsequio, bien sea soda, hoja de coca o alcohol de 96 grados y no para curar heridas sino para mezclarlo o bebérselo sólo sin más. Antes de beber y en honor a la “Pachamama“, la madre tierra, se inclina el vaso dejando caer parte de su contenido para convidar a la Tierra el primer trago.

    Seguimos adentrándonos en el corazón de la tierra y cada vez es más complicado caminar por las estrechas galerías cubiertas de paredes de silicio que nos obligan a mantener el equilibrio ya que tras intentar agarrarnos a ellas notamos como el cristal corta nuestra piel con sólo rozarla. El calor a medida que avanzamos se hace cada vez más sofocante. Marien y yo llevamos mascarillas ya que el polvo es abundante pero de vez en cuando tenemos que bajárnosla para poder respirar.

    Nos avisan de que en cinco minutos van a hacer una perforación para extraer mineral justo al lado de donde nos encontramos. Nos quedamos a verla. Los mineros llevan unas máscaras especiales para protegerse de la nube de polvo que se genera con la perforación. Nuestro guía nos comenta que a pesar de ello sólo evitan la inhalación del 50%.

    Durante la perforación hubiéramos salido corriendo del ruido y del polvo que allí se genera, pero, ¿a dónde íbamos a ir?. Nos giramos y aguantamos hasta que termina. A partir de este momento creo que Marien ya ha tenido suficiente pero tendremos que aguantar hasta el final, no vemos por ningún lado la salida de emergencia. De vuelta arriba nos encontramos con un minero que lleva 35 años trabajando en la mina, tiene 60. No es normal ver a personas de esta edad en la mina ya que la esperanza media de vida de los mineros según nos cuentan es de 40 años.

    Antes de salir pasamos a visitar a “El Tío“,  considerado como el Dios del inframundo en Cerro Rico. El Tío gobierna los bajos mundos, ofreciendo a los mineros protección, pero también ruina y destrucción. Los mineros hacen ofrendas tales como cigarros, hojas de la coca o alcohol a las distintas estatuas. Se cree que si no se alimenta adecuadamente a El Tío, se tomará su propia venganza. Los habitantes de Potosí sacrifican una llama en un ritual y esparcen su sangre a la entrada de las minas, cosa que podemos observar ya que se celebró justo el sábado pasado.

    La visita ha durado tres horas, y lo que parecía una turistada más, se ha convertido en una auténtica experiencia, viendo de cerca el día a día de los mineros de Cerro Rico.

COMMENTS

2 Responses to 70 Potosí y su Cerro Rico

  • Roldán wrote on June 22, 2014 at 6:45 // Reply

    Dura pero bonita experiencia las fotos lo dicen todo muchos besos

  • Nati wrote on June 22, 2014 at 7:19 // Reply

    Madre mía! Yo creo que no hubiera podido meterme en la mina por la claustrofobia….

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