86 REPITE CONMIGO, JERICOACOARA

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    Repite conmigo, Jericoacoara. Me ha llevado días aprender a decirlo bien, casi tanto como llegar hasta aquí, pero por fin lo he conseguido. Necesitamos siete horas y dos autocares para recorrer los 300 km que separan Jericoacora de la ciudad de Fortaleza.

    Jericoacoara es un pequeño pueblo de pescadores, de deportistas de windsurf y kitesurf , amantes de la capoeira, famoso por ser uno de los lugares con las mejores playas en el nordeste de Brasil, lleno de belleza natural intacta y por ser un pintoresco lugar poco tocado por la tecnología. Es conocido como “el paraíso nordestino”. Solo se puede llagar a este lugar mediante vehículos autorizados que puedan andar por las calles pavimentadas de arena, y subir las grandes dunas. Hasta hace unos 20 años, Jericoacoara seguía siendo un pueblo de pescadores aislado de la ciudad, no existían carreteras, ni electricidad, ni teléfonos, ni televisores, ni periódicos y el dinero rara vez se utilizaba.

    Nos alojamos en un apartamento súper equipado en la Rua das Dunas. Tiene cocina, microondas, nevera, aire acondicionado, televisión… Vamos, todo un lujo teniendo en cuenta alguno de los lugares en los que hemos tenido que dormir. Es nuestro último mes y queremos disfrutarlo al máximo.

    Una vez dejamos nuestras mochilas en el apartamento, nos vamos directos a la playa.  Tan sólo nos separan unos metros desde nuestro alojamiento. Se trata de una de las más populares del pueblo y considerada una de las más bellas de Brasil y del mundo. Es la playa de Jericoacoara, ubicada dentro del Parque Nacional de Jericoacoara, donde se encuentra uno de sus principales símbolos naturales, la Duna de la puesta del sol.

    Caminamos por sus calles de arena y en pocos minutos llegamos alí. Es una playa pequeña pero la gigantesca duna que se encuentra en el lado izquierdo la hace diferente al resto de playas. Son las cinco y media de la tarde y la playa está llena de gente. El ambiente es genial. Hay personas montando a caballo, otras haciendo kitesurf… pero la gran mayoría se relaja sentada en la duna observando esa gran bola de fuego llamada sol. La fuerza del viento levanta del suelo una fina capa de arena y así con este panorama le decimos adiós a ese sol que cada día nos da vida.

    Hacemos la compra en un pequeño supermercado y nos relajamos en el apartamento viendo una serie. Mañana no haremos nada, absolutamente nada. Simplemente disfrutar de este pequeño paraíso. Después del delicioso desayuno acompañado de unos zumos naturales de sandía, al buen estilo brasileño, nos vamos a la playa.

    No se parece en nada a la playa que vimos ayer. La marea ha bajado tanto que cuesta conseguir que el agua te llegue por encima de las rodillas. Nos relajamos tumbados en nuestro pareos, que nos han acompañado a lo largo de este viaje tan largo, hasta que de repente oigo gritar a Marien. ¿Qué pasa? No soy capaz de acabar la frase cuando siento como una ola nos empapa de arriba de abajo. Pero si hace un momento estábamos a más de cincuenta metros del agua… ¿Cómo puede ser?

    Paseamos por la orilla de la playa de punta a punta y nos vamos a comer. Mañana visitaremos las famosas lagunas de Jericoacoara. Este passeio sólo se puede hacer en buggy puesto que no se puede acceder de otra manera. Hay la opción de compartirlo o de hacerlo de forma privada para nosotros solos,. Lógicamente la segunda vale el doble que la primera. Preguntamos en varias agencias hasta que encontramos una que nos garantiza que podremos hacerlo y que encontraran a dos personas más para compartir el buggy.

    Es domingo, son las nueve de la mañana cuando Ademán, el conductor de nuestro buggy pasa a buscarnos. Da la casualidad que vive justo enfrente. Nos comenta que vamos a dar una vuelta para ver si encuentra a dos personas más. Recorre las cuatro calles de Jericoacoara y pregunta a varias personas sin éxito. Mmm…no nos hará pagar el “passeio” sólo a nosotros, son algunas de las cosas que nos preguntamos.

    Por suerte al hombre se le ve buena gente y muy práctico. Es domingo, no encuentra a nadie, ¿qué puede hacer? Llama a su mujer y junto a ella y a su hija Sofía, ponemos rumbo a las lagunas de Jericoacoara. A eso le llamo yo conciliación familiar.

    Subidos en la parte trasera del buggy y agarrados a la barra de protección con uñas y dientes recorremos los kilómetros y kilómetros de arena de este paraíso. La primera parada es un árbol conocido como el árbol tumbado, imagino que por su forma.

    Seguimos hasta llegar a la primera de las lagunas, la Laguna Azul. Un oasis en medio de dunas cuyo nombre le hace muy buena justicia, de aguas absolutamente cristalinas, con peces de colores nadando entre tus pies, terrazas de bares que llegan hasta el mismo agua y unas hamacas sumergidas dentro de la laguna. Estamos poco tiempo en ella. Hablando con Ademán hemos pensado pasar más tiempo en la siguiente laguna, la Laguna Paraíso y relajarnos allí tranquilamente. Tumbados en unas hamacas dentro de la laguna de agua dulce dejamos pasar las horas del día. Sofia, la hija de Ademán, juega en la arena con sus juguetes mientras sus padres toman algo en el chiringuito.

    Como ya me adelantó mi amigo Jorge, es un pequeño paraíso. Comemos unos  sandwiches que nos hemos preparado esta mañana antes de salir y brindamos con un delicioso suco de limao bien frío. A las dos del mediodía volvemos a Jericoacoara, esta vez por otra ruta para contemplar las enormes dunas de arena que cada años se desplazan metros y metros. El viento levanta la arena que acaricia, qué digo, que pincha la piel como pequeñas agujas.

    A la vuelta vemos a dos burros jugando, ¿jugando? Pero si está sangrando. Nos detenemos y vemos una brutal pelea de burros. Uno le muerde y el otro trata de defenderse a golpe de coz. No damos crédito cuando los burros se dirigen hacia nuestro buggy. Que miedo, ¡acelera, Ademán! Nunca pensé que pudiera ser atacado por un burro.

    Ya estamos de vuelta en Jericoacoara y como es nuestro último día no queremos perder la oportunidad de disfrutar de nuestra última puesta de sol. Jeri, nunca te olvidaremos. Hasta siempre.

    Nos gustaría terminar este post y despedirnos de este idílico lugar con la reflexión que nos hizo llegar hace poco una de las maravillosas personas con las que hemos tenido la gran suerte de cruzarnos en el camino. Gracias por tus palabras y mucha suerte.

    “Cuando regresaba en avión a esa cotidianidad reflexionaba acerca de lo que dejaba atrás y lo que me esperaba…y era simple…las estrellas, ese cielo brillante que sólo lejos de las macrourbes parecemos percibir, pero que siempre están allí. Tan sólo necesitamos levantar la cabeza y buscarlas…están siempre allí, buscadlas, nunca olvidéis buscarlas y así podréis estar seguros que este viaje increíble aún sigue vivo en vuestro inquieto corazón. Suerte. Un placer conoceros. Como dice un dicho africano: las huellas de los que caminaron juntos nunca se separan”.

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2 Responses to 86 Repite conmigo, Jericoacoara

  • Nati wrote on August 3, 2014 at 4:32 // Reply

    Qué chulo el sitiooooo!!!. Aguas cristalinas y arenas blancasss. Ya os habréis olvidado del frío que pasasteis jejeje

  • Toñi wrote on August 8, 2014 at 5:47 // Reply

    ¿Cómo podéis hacer esos vídeos? Son preciosos y las fotos también.Ahí ya veo que el frío se ha terminado, por aquí está haciendo un verano regular. Para mí, estupendo porque no estoy pasando nada de calor, pero en el mar me he bañado poquísimo. Bueno, pues a seguir porque esto se os acaba. Seguid disfrutando y muchos besos de papá y míos.

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